lunes, 24 de noviembre de 2008

Barrenderos

Es curioso cómo, en ocasiones, los barrenderos dirigen miradas de reproche a los fumadores que transitan las calles, como si les reprocharan los quilos de ceniza o si consideraran que la ausencia de ella pudiera hacerles el trabajo más fácil. Pero por otro lado están los barrenderos alegres y laboriosos, esos que cantan y silban (me encanta la gente que canta y silba por la calle) y tratan de evitar que lo que les rodea pueda influirles. Saben que por más que barran, la hojarasca vuelve a caer a sus espaldas.
Y es que a veces nos molestamos al creer que una única persona, con las leves cenizas con que nos salpica, tiene la culpa de todo aquello que hemos de limpiar, y olvidamos que es imposible mantener nuestro suelo completamente limpio, que sólo podemos poner parches y hacer una limpieza superficial, que la mejor manera de salir adelante es silbar y cantar, conocedores de la realidad patente, la que nos dice que nunca dejaremos de ver como se ensucia lo que hace unos instantes dejamos inmaculado, y de este modo tratar de seguir adelante con la mejor de nuestras caras.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Humanidad (3)

Según mi profesor de patología, los humanos no podemos hacer como otros animales que, ante las circunstancias adversas, se esconden, hibernan. Me resulta casi irónico escuchar esto. Quizá biológicamente no estemos preparados, pero el animal racional aprende y adquiere de otros seres lo que le gusta, aquello que le hace más fuerte (y normalmente confundimos se más fuertes con estar más protegidos, con que la vida sea más fácil). Nuestra pareja, nuestros amigos, nuestra familia, cualquiera puede percibir que con nuestras noticias, con nuestra necesidad de ayuda, les traemos el invierno. Y ante el invierno, los animales cobardes hibernan.
Pero no nos olvidemos de que quien se lo proponga puede disfrutar del hermoso adjetivo "inhumano”. En ellos han de vivir nuestras esperanzas.

Humanidad (2)

El hombre no es bueno ni malo por naturaleza. Eso son cuestiones de azar. No obstante, qué suplicio ser bueno y tener la obligación moral de sufrir y ayudar. Sepa usted, de parte de alguien que abandonó el mal camino y se hizo malvado, que la bondad sólo trae dolor. Las mujeres le amarán pero no soportarán su dulzura y desearán algo distinto (puesto que, como buenos seres humanos, serán malas) y cuantos puedan tratarán de aprovecharse de usted. Sea malo, por el bien de su salud.

Humanidad (1)

Los idiotas siguen paralelos caminos a los inteligentes. Ambos se sentirán vacíos, ignorados por la masa intermedia. Si es idiota, alíese con alguien inteligente y viceversa.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Menstruación

No resulta extraño, cuando las femeninas son las amistades que más se frecuentan, que a un chico se le acabe considerando una más del grupo (adorable señal de confianza y no de vergüenza, que te traten de “tía” en lugar de “macho”).
En una de las ocasiones más recientes de mi transfiguración sexual forzada, pude atender a una conversación sobre las distintas intensidades del dolor menstrual según la persona. Para estas cosas, mis amigas no se olvidan de mi verdadera condición sexual, y aprovechan para, casi con tono de reproche, abundar en el dolor físico que la carencia de un colgajo inguinal produce. Yo, ante esto, no tengo nada que discutir, y menos aun cuando dejan caer el repetidísimo comentario de “tú no puedes saber lo que es eso”. Ciertamente, no puedo saberlo. Una de ellas, la que al parecer tenía la regla más dolorosa, trató de explicarme su padecer diciendo que era como si le arrancaran algo por dentro con las uñas. “Al fin y al cabo, eso es lo que pasa –decía-. El cuerpo decide que algo ya no vale, lo arranca y lo desecha. Pero bueno, tú no puedes saber lo que es eso”.
El caso es que hace no demasiados días, tuve que despedirme, como tantos otros, como en las películas, de una de mis personas más queridas en una estación de tren, y si bien es cierto que este dolor no me llega puntualmente una vez al mes, creo que puedo decirle a mi amiga la próxima vez que la vea que ya entiendo como se siente con la llegada de los días rojos, que puedo imaginarme con bastante fidelidad a lo que me describió lo que se padece al sentir cómo se arranca con las uñas, de cuajo, algo que está muy dentro de nosotros.