martes, 17 de junio de 2008

Mercado de fichajes.

Las rupturas de pareja mantienen un paralelismo asombroso con el mercado de fichajes futbolístico. Supongo que todas las mujeres (y algunos hombres) que estén leyendo esto, habrán pensado o pronunciado: menudo idiota (o menuda idiotez, que para el caso, hablan igual de mal del autor, un servidor). Trataré de ser claro para que se me entienda.
Hay veces en las que nuestro jugador estrella decide marcharse a otro equipo porque este sea mejor o porque le ofrecen más (no se equivoquen y lo extiendan a la vida real, pero en este símil, el dinero simbolizará la felicidad y el cariño). En ocasiones nos conformamos con un jugador mediocre porque no encontramos mejor, o peor aun, porque no podemos permitírnoslo. También puede suceder que algún jugador se niegue a marcharse, a pesar de llevar mucho tiempo con el cartel de transferible al cuello, ya sea por considerar que aun puede cumplir con las expectativas que había generado, o bien por pura comodidad.
Hay ocasiones en las que el anteriormente mencionado jugador estrella se estanca, pierde las ganas de luchar, deja de rendir durante demasiado tiempo. En estos casos se arriesga demasiado. Nunca se puede saber si aun puede recuperarse y volver a ser el que algún día fue, así que si lo mantenemos en nuestras filas y no mejora, la afición y los compañeros acabarán por detestarlo. En cambio, si se le deja marchar, puede ocurrir que renazca, y acabamos lamentándonos durante mucho tiempo por no haberle dado una segunda oportunidad. Siempre llega el día en que encendemos el televisor y al verlo pensamos que sus triunfos deberían haber llegado con nosotros.
Igualmente frecuente es otro caso: que el jugador al que adoramos pida el traspaso y seamos nosotros quienes le obliguemos a quedarse, consiguiendo únicamente que acabe por pudrirse y volverse mediocre, pero eso sí, a nuestro lado.

Poesía

Esta tarde, un chico que es más amigo que compañero, y más poeta que yo, ha estado corrigiendo algunos de mis versos. Al principio hemos estado hablando de que la poesía es sobre todo música, y por lo tanto, muchas veces nos dejamos llevar por el ritmo, inconscientemente, dejando en segundo plano lo que queremos decir, utilizándolo solamente como un recurso para componer nuestras sinfonías de palabras, un lied, un estudio que refleje el sonido de un piano sin necesidad de teclas o altavoces.
Más tarde hemos estado discutiendo el contenido de uno de mis poemas. Tras exponer lo que le fallaba en él, las líneas y las palabras que le hacían perder fuerza, me ha dicho: “Creo que no son coherentes con la idea de la mujer que pretendes transmitir”. En ese momento me ha venido el sobresalto. En primer lugar, me ha desconcertado darme cuenta de que lo que yo había intentado transmitir al escribirlo, había tomado un cariz totalmente distinto a través de sus ojos, un punto de vista totalmente nuevo y maravilloso. Gracias a eso he redescubierto esta tarde uno de los valores más importantes por los que la poesía es un arte: no sólo transmite sentimientos, sino que además puede transmitir miles de ellos según quien lo lea, transformándose en un cuadro, una escultura, una canción. La opinión del autor es totalmente inútil, son innecesarias las largas tesis que intentan explicar lo que un escritor quiso decir al escribir. Lo que prima es que consiguiera hacer sentir al lector, sea lo que sea lo que este sintiera.
El segundo detalle que me ha impresionado viene igualmente al hilo del contenido y la percepción de éste según cada uno. Yo había intentado definir mediante aquellos versos mi visión de mi poesía. Era, como viene a llamarse de forma casi pedante, un poema metapoético. En cambio, mi amigo y supervisor (Javier Vicedo, dejo su nombre patente para que si en algún momento lo veis en una tienda o escucháis hablar de él no dejéis de prestarle atención) había visto la figura de la mujer. Como he dicho antes, un poema puede tener diversas lecturas, al igual que cualquier obra artística, pero es evidente que resulta complicado que un poema que verse sobre la muerte despierte sentimientos de afecto por el campo o recuerden el placer del sexo (si esto sucede, o bien autor tendrá que revisar la claridad de sus ideas o el lector deberá aparcar la lectura para un momento en el que esté más sereno).
Pero en este caso, siendo yo el escritor, prima mi ego y considero que los versos están bien elaborados, por lo que solamente encuentro una solución: si donde alguien habla de versos otro ve la figura de la mujer, es que las mujeres son otra forma de poesía.