miércoles, 2 de abril de 2008

Introducción al vómito emocional.

No pretendo que esto sea mi diario. Un diario se hace para tenerlo escondido y dejarlo conscientemente a la vista para que alguien lo lea y así evitar decir en persona lo que se ha escrito en él, o para poder hacernos los dolidos o los sorprendidos cuando esto suceda. Hay veces que es agradable generar bronca por el mero hecho de discutir.
Tampoco voy a ser monotemático, no soy especialista en nada como para poder realizar tal ejercicio de prepotencia y sabiduría. Supongo que cada vez que me dé el punto, escribiré sobre lo que me venga en gana, que para algo lo hago gratis. De momento, comienzo por presentarme, para que sea quien por casualidad se encuentre este blog el que decida si estar atento a los nuevos artículos en base a mi personalidad (que es un claro presagio de lo que escribiré o de cómo lo escribiré).
Me gusta lo que a todo el mundo: abrir el Messenger y reírme del nick de todos los contactos con los que no hablo sin pararme a observar que el mío es igual de estúpido, decir que la música y el cine que consumen los demás son productos comerciales y creerme más inteligente por ello, encontrarme con alguna ex por la calle o en fotos colgadas en Internet y comprobar que está más fea, más gorda, o con un tío más feo, más gordo que yo. Me encanta echarme agua oxigenada en las heridas o en la ropa manchada de sangre para contemplar como burbujea, como mis glóbulos rojos se vuelven efervescentes como un medicamento. Adoro pasear sin rumbo fijo por la calle o con tiempo de sobra para no ser impuntual y así poder cambiarme de acera cuando en la distancia compruebo que al otro lado las chicas están más buenas o llevan ropa más sugerente; esperar un semáforo que no necesito cruzar solamente porque al otro lado una mujer atractiva atiende con impaciencia la llegada del muñequito verde y observarla en la distancia e invadir su estela al cruzarme con ella y conservar dos o tres metros de su perfume. No veo mayor placer por la mañana que tratar de recordar lo que he soñado y analizarlo como si fuera Freud, recurrir a mil manuales de psicología y detectar que tengo tendencia a mil desviaciones como el trastorno obsesivo compulsivo.
A veces me recorre un escalofrío por toda la columna vertebral cuando me cruzo con un niñato con mechitas o con un crío insoportable y noto como hierve en mi interior un deseo irreprimible de regalarle un par de guantazos que lo dejen calentito, y me entusiasma verme cien metros más tarde, muy lejos de él, después de haber sido capaz de controlarme. Eso sí, habría sido genial partirle la cara. Me divierto durante semanas recordando frases como: “Le hizo una mamada a su cetme”, “Nudillos, eres un jodido genio” o “Muy bien, pero no empecemos a chuparnos las pollas todavía”.
Me gusta más que nada defender posturas que no comparto para alargar discusiones interesantes, para poner a prueba a la gente. Me parece genial la gente que se dedica a crispar o a poner nerviosos a los demás, siempre y cuando lo hagan de forma consciente. Para realizar actos inconscientes ya hay demasiados currículums.

1 comentario:

alguien dijo...

Excelente presentación, real y visceral. Hablando de viscerales, tío, tienes que leer a Roberto Bolaño, no sé si ya lo conocerás, pero en caso de no conocerlo: "Los detectives salvajes" o "2666". Para mí supusieron un antes y después, aunque ya sabes, con lo moldeable que es uno...
un abrazo, mostruo!